lunes, 20 de agosto de 2012


LOS CÍRCULOS DE ASTRID FUGELLIE: 

EL DISCURSO DE LA VIOLENCIA HISTÓRICA

Carmen Galarce,
Otterbein College, Westerville, OH

La producción literaria de la mujer chilena es un fenómeno escasamente reconocido por el discurso crítico hegemónico. Si bien se han hecho algunas concesiones en la novela y el cuento, las omisiones en lo que respecta al testimonio y la lírica son rampantes.' Me propongo hablar aquí sobre Los círculos (1988) de Astrid Fugellie Gezan, una poeta de amplia trayectoria y cuya vasta obra poética raramente aparece registrada en las antologías autorizadas. El poemario, quizás uno de los más herméticos de Fugellie, ganó el premio Academia Chilena de la Lengua en 1989 y es el resultado de ocho años de trabajo que tienen como marco contextual la represión de la dictadura militar de esos años. Esto explica el hermetismo del código poético; el decir sin decir para eludir los mecanismos de censura del régimen que hacían precaria la producción escritural de la época. De este discurso subversivo emerge una conciencia poética que se hace cargo de la Historia. "Los círculos" trascienden la dimensión denotativa para vestirse de significaciones universales para aludir a aquello "que no tiene principio ni fin, que va ascendiendo y repitiéndose como una espiral. El círculo traza el límite con la muerte y la vida comienza con la muerte", como nos dice la autora.^ Pero, los círculos también se asocian a la repetición de la historia, a esos períodos de violencia y estabilidad, de relativa libertad y de censura que han caracterizado el desarrollo de nuestro continente y que ponen al escritor frente a la disyuntiva del silencio o la resistencia. En otro nivel, los círculos pueden leerse como la intención de dar una organización geométrica al universo privado, en oposición al caos que ofrece el referente. Los años 80, tiempo que marca el génesis de Los círculos^ son los años de una escritura vigilada, en los que la autoridad se apropia del lenguaje y sus circuitos, excluyendo cualquier forma de disidencia o discurso políticamente "contaminado". Dentro de la incertidumbre contextual, el poemario de Fugellie constituye un esfuerzo desesperado por ordenar una realidad que sólo puede controlar en el universo de su creación.
Los círculos es una obra poética de dimensiones totalizantes, producto de la exploración de la escritura de un sujeto femenino que se ha planteado como repertorio temático lo proscrito. Dividida en círculos que van de la A a la Z, cada uno de ellos contiene unidades poéticas fragmentarias cuya sintaxis violenta está reproduciendo en el texto y a nivel del lenguaje, la opresión extrema del contexto. La estructura tiene la forma de un diálogo en el que una voz profética emite advertencias en un mundo depositario de dolores, huérfano y desamparado, que se debate en el crepúsculo de su historia. Esta voz, acosada por la realidad inmediata, denuncia las condiciones históricas y sociales del Chile de los 80 desde la perspectiva femenina victimizada y marginalizada. Pero no como sujeto pasivo, sino haciendo una re-lectura de la historia patriarcal en la que se privilegia la figura femenina, su cuerpo y su espacio por sobre lo canónico. Tanto la voz autorial profética como las unidades que conforman los círculos —denominadas a veces con una letra, otras con adjetivaciones culturales— tienden a denunciar "la violencia y la injusticia sobre el cuerpo de la mujer, el cuerpo social y, en especial, los sectores sociales marginales" como dice Juan Villegas.
Asumir la marginalidad significa ubicarse en un espacio que la institucionalidad no reconoce y, por ende, un acto de disociación y, sin duda, contestatario.
La voz profética tiene una función apocalíptica y anuncia castigos y sinsabores a la voz poética: "Morirás ciertamente, a manos de tus ojos" (14); "—Ya verás, ya verás, reventarás por tu grito" (17). Pero más importante que las advertencias es laexhortación a asumir su identidad — "No llores en Inglés o en Francés ¡Llora en Chilenito!" (44)— y su investidura de testigo ocular de la historia: "Escribe en tu diario lo que veas. Chile es un buen ejemplo de Parusia" (116). La dimensión testimonial que se le ha otorgado a la hablante, se ve respaldada por el rol de cronista que el mensaje del dios-padre-indígena Huenu le asigna, al ordenarle dar testimonio, no sólo de lo que está ocurriendo en el país en el momento de la escritura, sino también insertar los sucesos del presente en un contexto más general del acontecer humano:
—¡Salva a tu tribu!
Y para que no se repita la
in
humanidad de las civilizaciones, escribe en tu diario
lo que veas:
—CHILE ES UN BUEN EJEMPLO DE PARUSIA.
(118)
Desde esta perspectiva, el poemario adquiere las características de un documento que reproducirá en el nivel de la escritura, hechos sociales que han afectado la cultura del país con el propósito de desentrañar la realidad y de ubicar los hechos históricos, más allá de su apariencia, para integrarlos a la totalidad de la cual forman parte.

Tarea del que escribe será mostrar la otra cara de la historia y ser el portavoz de la colectividad y, como decía Barnet refiriéndose a la novela-testimonio, ser el "portavoz de la historia de las gentes sin historia" (295). Esta función del escritor aparece en el poema "El poeta" del Círculo exaltado:
El poeta decía: — Puedo crear imágenes.
I Las piedras tienen ojos generosos.
II La luna es el pan eucarístico de la noche.
III El sol tiene raíces amarillas.
Y sostenía:
—Lo que digan mis imágenes, da lo mismo.
Al oírlo,
el Círculo irrumpió en furia de tolmo:
—¿No has pensado en tu pueblo?
Sobre el pecho de la tierra
fluían las lloreras del malcomer.
Uno, diez, cien, mil hombres en inmutable
estado de necesidad
morían.
—^No lo había pensado, repuso el creador
cabizbajo. (38)
El poeta no puede permanecer sordo al sufrimiento de la colectividad. Debe llevar al nivel del discurso la memoria perdida  para llenar el vacío deliberado en la información pública y articular lo que la historia calla. Tarea que se llevará a efecto en una época de condena y de abandono, de injusticia humana y de injusticia divina, sin posibilidad de redención alguna, como se puede notar en la agonía que pervade la estrofa final del poema "el encarcelado",
en el que la presencia iterada del participio de presente —en oposición inmediata con el participio de pasado de finalidad— enfatiza el carácter permanente, demoledor y constante del martirio
con el que se está subyugando al pueblo:
Padre Nuestro que estás en la cárcel
crucificado.
Crucificando, crucificando, crucificando. (34)
En este universo poético doloroso, no sólo el Padre ha abandonado
al país. También el Hijo ignora al pueblo como se ve en el poema
"Mariagua Mediagua":
Y dijo Jesús:
—¿Cómo te llamas?
Y yo dije a Jesús:
—María.
Y dijo Jesús:
—Como mi madre.
Y yo dije a Jesús:
—^No. mi nombre es mariagua mediagua y soy
de Chile.
Y dijo Jesús:
—¿Dónde queda Chile? (45)
El diálogo que se establece entre estos dos personajes me parece muy significativo. Se sabe que la literatura ha sido prolífica en modelos femeninos que han sido destructivos para la liberación de la mujer. Me parece ver en este caso un rechazo al modelo mariano, una hija que se separa de la asociación con la madre y que al rehusar la identificación con la imagen tradicional, se está disasociando del pasado, del presente y de la ley del padre que tienden a transformar lo femenino en objeto. Mariagua se vuelve en contra de los orígenes lo cual le permite un sentido de identidad muy fuerte que transmite un mensaje evidente: el de una mujer nueva que no acepta la división tradicional del mundo entre poseedores y poseídos del que deriva la objetivación de lo femenino. Mariagua pertenece al
universo femenino del poemario que está formado por figuras autóctonas, mapuches y patagónicas que, de una manera u otra, se enfrentan a los dioses —ya sea el Dios Blanco o el Dios indígena—, a la figura del padre en otras palabras, sin disociarse de la naturaleza. Son todas ellas figuras femeninas desamparadas que han sido victimizadas por los hombres y que reaccionan de manera particular frente a las adversidades:
Lucrecia Millapi murió siendo niña y Fresia, su madre, lloró
tres largos días y tres noches largas, al cabo de los cuales le
sobrevino el consuelo: Bueno, pensó la mujer, Lucrecia no
merecía mi suerte. (52)
El consuelo frente a la muerte temprana es brutal ya que es preferible morir a tener una vida miserable, como la de Angelina Quilleleo forzada a robar, y martirizada por la culpabilidad judeocristiana (48) o como la violencia y el dolor de Manuela Collio (54) y Maximiliana Perul (46). Sin embargo, las mujeres indígenas configuran sólo un sector de la población femenina victimizado y asediado por los males sociales latinoamericanos. El proceso es general y afecta a todo el género, incluyendo a la voz poética que se ha identificado como víctima desde el principio, cuando nos habla de la violencia experimentada por su propio cuerpo:
Palpa mi corazón
me siento sola.
Destripada al tacto
de las manos
innumerables. (11)
La imaginería de violencia y dolor, el trauma del origen predeterminado y basado en el dolor del otro, la pérdida del paraíso y la caída, la noción de haber sido arrojado al mundo y a una existencia que es una suerte de muerte en vida y la búsqueda inútil de permanencia en un universo acechante, convierten a la voz poética en una conciencia
aislada que se transforma en antagonista del mundo y depositaría de su dolor. Más todavía: está aludiendo al momento de la subordinación del género, a la falta de participación desde los orígenes y desde el mismo instante de la creación verbal:
Soy huesa santa, me parieron aquí,
sin consulta previa.
Me vomitaron y después dijeron:
—¡Salud!, hasta que te crezcan
gusanos y flores.
Oyeme, mírame deshollada:
El primer hueso indigno que llevo puesto
es la cicatriz en el vientre que me trajo. (23)
La objetivización y la falta de participación en los eventos humanos
esenciales se intensifica en el poema "La urañada", en donde se nos
dice:
—Me desarraigaron del sitio de la raíz verde.
Arrasaron con mis ojos y me asparon a gritos,
(Sentí dolor y frío en el cuerpo descorporado,
sentí frío y dolor en mi raza).
—¿Te caducaron, te mataron a palos? (104)
Las imágenes se distribuyen en las oposiciones muerte/vida que son  los fundamentos del universo poético, sacudido y escindido por conmociones internas, en el que Eros es visto desde la perspectiva del dolor y de la pérdida ("Por más que quieras amarlo, no lo hagas.
Antes, ve allá donde las velas queman. Después, si las quemaduras no te matan, ámalo" [78]), y Thanatos, en el tiempo de finitud en el que la voz poética valora su propia existencia y da voz a sus ansiedades. Se incorporan también a las ansiedades de otros individuos sin poder que han sido víctimas de siniestras transacciones
desde los orígenes de la humanidad:
Apagúese la negra fiesta de la creación
porque sus esponsales fueron de Dioses
con cuello y corbata
y avívense los fuegos de la sangre
en memoria de mis siervos. (41)
Desde la perspectiva teológica, el paradigma que ofrece el
universo poético de la realidad es inadecuado ya que la opresión del
débil por las élites políticas económicas es contraria a la promesa
mesiánica de justicia e igualdad:
Lo supe cuando habitaba tu mundo y los Poderes dividían
la tierra para Reinar. Has de saber que antes de ser
Guampo fui Celedonio Manquecura, cura de los desvalidos
y saqueados para cosechar divisas. (65)
El sentido de debilidad e impotencia frente a la realidad política que
invade la esfera doméstica y la determinación inquebrantable de
romper el silencio impuesto por el terror de la dictadura a través de
la retórica de la resistencia, se ve en el poema "Maximiliana Pirul":
Y llegaron los días en que el dolor de la Patria
debía hablar.
Y llamé a Maximiliana Pirul, que era madre de José
el cantor parroquial y le dije:
—¿Por qué lloras?
—Aprehendieron a José mi primogénito.
—¿De qué lo acusan?
La mujer— abnegada repuso entre dientes:
—De tener la voz como caída del cielo. (46)
El dolor privado adquiere una significación mayor dentro del
contexto general anunciado inmediatamente después por la voz
profética: "Los Heraldos Vallejianos, el Hamiet doloroso y todos los
escritos del hombre y todo lo maldito de Dios logran su vigencia en
esta larga y angosta faja de tristeza" (58).


Frente a la naturaleza patriarcal de los textos bíblicos, Fugellie opone una constelación de creencias y valores nuevos; sus hablantes se convierten en testigos proféticos de una escritura dirigida en contra de la injusficia y la deshumanización del hombre y de sus instituciones, como se puede notar en el poema "El infeliz":
Tendría edad de pájaro insolente
cuando mi padre ordenó entrar al colegio:
—Acatarás la forja de mis tundas
la de tus maestros y no dirás "ni pío".
¡Lo harás hijo!
—Sí padre,
(al buen tuntún porque era niño)
Luego vino la adultez y algún Mayor,
que no era su padre, ordenó:
—No tendrás voz ni voto.
Concluida la disposición,
anudó al hueso de su antebrazo
un signo brutal que pendió como una aureola
llena de cenizas.
—¿Lo harás?
—¡Sí mi Señor! (56)
El paradigma feminista de dominio que se cuestiona en Los círculos, afecta tanto las estructuras religiosas como las sociales en lo que respecta a la autoridad. Se escribe contra esa realidad que divide el mundo entre dictadores, representados en los poemas por la figura del Padre, y subordinados, representados por las figuras del I lijo y
la Madre, y se propone un concepto de autoridad basado en el diálogo entre iguales —como se puede notar en el poema "Mariagua Mediagua" y otros— que no requiere sometimiento, sino la participación común en la tarea de crear una nueva realidad, interdependiente, no dependiente y afirmada en la cooperación de la diversidad con la totalidad. Sólo cuando las diferencias sean respetadas y valoradas, aquéllos que han sido marginalizados recuperarán su valor como seres humanos y podrán participar en el viaje hacia la nueva creación.
La yuxtaposición de sucesos públicos y privados sugiere una alienación y una interferencia inevitable entre dos niveles de existencia. La poesía de Fugellie responde a las tensiones del momento histórico, enraizándose en la experiencia autóctona como un modo de responder a la arrogancia del poder. Frente a la experiencia común de alienación política, exacerbada por la marginalización del género, la poesía se convierte en un espacio de resistencia
y en fuente de disidencia pública. Asimismo, los poemas se transforman en emisiones de un sujeto consciente que revelan a través de su diálogo con otros, el desorden y la discontinuidad de las relaciones sociales bajo un régimen dictatorial en crisis: abusos, flagelaciones, prisión, muerte, ametrallamientos, desaparecidos, la ausencia y el atropello a los derechos humanos más elementales, el exilio que amputó el cuerpo social, todo encuentra su lugar en el poemario. El discurso poético de Fugellie sobrepasa las fórmulas triviales aplicadas a la poesía escrita por mujeres ya que, al ser una praxis escritural que rechaza lo doméstico se ve ligada inevitablemente a la problemática de su país. Una práctica cuestionadora, itinerante entre el Silencio (Círculo A) y la Exaltación (Círculo Z), y múltiple,
con la que reclama la posibilidad y la misión de transformar la vida en palabras y la participación de la poesía en la lucha por la democracia y la autoemancipación.

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Obras citadas
Barnet, Miguel. "La novela testimonio. Socioliteratura". Testimonio y literatura, Ed. Rene Jara y Hernán Vidal. Minnesota: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1986. 280-302.

Campos, Javier. La joven poesía chilena en el período 1961-1963. Concepción: Lar, 1987.

Díaz, Erwin. Poesía chilena de hoy. Santiago: Documentas, 1988.

Fugellie, Astrid. Poemas. Punta Arenas: Ilustre Municipalidad, 1966.
—. Siete Poemas. Santiago: Tebaida, 1969.
—. Una casa en la lluvia. Santiago: Ed. Nac. Gabriela Mistral, 1971?
—. Travesías (Antología). Santiago: Quickprint, 1986.
—. Chile enlutado (Artefacto). Santiago: Ergo Sum, 1987.
—. Los círculos. Santiago: Ergo Sum, 1988.
—. Dioses del sueño. Santiago: Cuarto Propio, 1991.
—. De magas y tréboles (Artefacto). Santiago: Ergo Sum, 1992.
Pina, Juan Andrés. Conversaciones con la poesía chilena. Santiago:Pehuén, 1990.
Villegas M., Juan. El discurso lírico de la mujer en Chile: 1875-1990. Santiago: Mosquito, 1993.


Notes

1 Para citar los estudios más recientes, Juan Andrés Pina en Conversaciones con la poesía chilena no incluye a ninguna poeta; la misma amnesia afecta a Javier Campos en La joven poesía chilena en el período 1961-1963, en tanto que Erwin Díaz en Poesía chilena de hoy, generosamente incluye el nombre de una mujer.

2 Astrid Fugellie ha publicado hasta el momento ocho trabajos (ver Obras citadas).

3 Astrid Fugellie. Revista de libros, El Mercurio 11, VIII, 1989.

"LA POESÍA CHILENA DE ORIGEN CROATA" 
POR ANDRÉS MORALES MILOHNIC
 (PONENCIA PRESENTADA EN EL II CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS CROATAS, ZAGREB, CROACIA SEPTIEMBRE DE 2011)

A la memoria de mi madre, exiliada croata, Višnja Milohnić Roje.

 A la memoria de mis abuelos, exiliados croatas, Mihovil Milohnić Bogović y Ljubica Roje Kapetanić.

  JUNTO A LA DRA. ZELJKA LOVRENCIC: II CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS CROATAS, UNIVERSIDAD DE ZAGREB. 


                                      La antorcha de la poesía, aquella prometeica que heredamos de los griegos a través de los españoles -primeros habitantes europeos en nuestro territorio- ha brillado en Chile desde la llegada de Alonso de Ercilla en el siglo XVI y la publicación de su extraordinaria obra La Araucana, poema épico fundador del imaginario creativo de esa tierra extrema, estrecha y larga, “loca en su geografía”, al decir del gran novelista Benjamín Subercaseaux, a veces grata y dulce; a veces muy árida y amarga, aunque siempre hospitalaria con los miles y miles de emigrantes y exiliados de todas partes del mundo que han construido su carácter de pueblo, de nación y hasta de estado: multiétnico, pluricultural, indígena y europeo, español, palestino, italiano, británico, italiano, francés, alemán y, entre otros muchos más, por supuesto, croata. Las migraciones económicas y políticas, los trágicos y continuos avatares de Europa y Oriente Medio han forjado un país que no puede arrogarse la condición de ser algo cohesionado (como todos los países del Nuevo Continente), monolítico o que, incluso, posea una identidad única y definida exactamente por los parámetros de una etnia, de una religión o de una lengua. Chile es el fruto de la diversidad de los pueblos indígenas que lo habitaron (y aún lo habitan) antes de la llegada de los españoles y, también, es el fruto de las incesantes corrientes de emigración que cristalizaron los sueños, los esfuerzos y las ambiciones de una república que hoy ya celebra su bicentenario.
                                      La, tantas veces cuestionada, discutida (y hasta negada) “identidad chilena” no es otra cosa más que la identidad de todos los pueblos que han sembrado su tierra cosechando los frutos agridulces que entre los vientos australes y el sudor del salitre; en la pampa del norte y en la austral Patagonia; entre esa cordillera fundamental llamada de Los Andes y el no tan Pacífico Océano, han ido, poco a poco, construyendo un espacio, un territorio, una pequeña parcela poblada de sueños, inquietudes y certezas, de miedos, luchas y alegrías, y que, con el paso del tiempo, han llamado primero, porvenir; luego, hogar y, finalmente, patria.
                                      En ese territorio de los sueños y de las batallas cotidianas, en medio de la más dura de las supervivencias y del dolor nostálgico por la tierra que alguna vez tuvieron que dejar, allí, casi como un milagro o por arte de magia, floreció la poesía como una compañera insoslayable de las penurias y de la felicidad. La poesía que en Chile se ha prodigado, fundamentalmente desde el siglo XIX, en una forma increíble y hasta inusitada para un país de tan escasa población (al igual que Croacia), contribuyendo a la gran tradición poética de la lengua castellana con autores tan esenciales como Gabriela Mistral y Pablo Neruda (ambos Premios Nobel de Literatura); Vicente Huidobro y Pablo de Rokha; Nicanor Parra y Gonzalo Rojas; Oscar Hahn y tantos otros que sería casi utópico e inútil tratar de enumerar en estas páginas. De igual manera, ya sea con la viveza del espíritu eslavo del Mar Adriático o felizmente subyugados con esa fuerza telúrica que en Chile llamamos “poesía” y que estremece hasta sus mismas fronteras, los croatas y sus descendientes se adentraron en las fuentes de la palabra para escribir una gran literatura que puede señalarse como central dentro de la producción artística chilena y que cruza varias generaciones hasta llegar a las más jóvenes y actuales promociones poéticas que ya empiezan a ser reconocidas tanto en Chile como en el extranjero.
                            Desde luego hay nombres en la narrativa, el teatro y el ensayo que también deben ser objeto de otros estudios: Antonio Skarmeta, Juan Mihovilović, Ágata Gligo o Ramón Díaz Eterović en el cuento, la novela y el género biográfico. Los grandes maestros y académicos Raimundo Kupareo, Cedomil Goić, Jerko Ljubetić o Ernesto Livačić en el ensayo. Domingo Tessier (Mihovilović), Fernando Josseau Eterović, Sergio Vodanović y Alejandro Goić Jerez entre los dramaturgos. La lista de literatos chilenos de origen croata (naturales o descendientes) es muy larga y fecunda, pero, además, de gran calidad. Muchos de los ya señalados son auténticos pioneros en su disciplina (indiscutiblemente el caso del Profesor Cedomil Goić quien es un referente obligado para el estudio de la novela y la poesía hispanoamericana), o renovadores en su género particularmente ingeniosos (Fernando Josseau Eterović y Alejandro Goić Jerez) o, sin duda alguna, reconocidos y traducidos a lo largo y ancho del mundo (Antonio Skarmeta y Ramón Díaz Eterović). Pero hoy y aquí, nos referiremos a aquellos que quizás han conectado con lo más hondo del paisaje natural y humano, con las fuentes mismas de la fundación del imaginario chileno (recuérdese a don Alonso de Ercilla), con el género más cultivado y el que más destaca en la tradición literaria chilena (mal que le pese a la escasa y hasta mezquina crítica chilena): la poesía.
                                               Aunque ya en el siglo XIX existen algunos poetas de origen croata (Antonio Rendić, Ivo Serge, etc.), es en el siglo XX cuando verdaderamente es posible hablar de voces que trascienden el testimonio y el relato personal para avanzar hacia una poesía más cuidada y con una estética propia. Roque Esteban Scarpa (1914-1996), quien fuera Director la Academia Chilena de la Lengua, es, quizás, el primer poeta de renombre que aparece en el escenario nacional, tanto como estudioso de la literatura, antólogo y como escritor. Su poesía (fina, delicada, influenciada por los clásicos) es una obra que debe ser revisitada y estudiada con mayor ahínco. Su libro Mortal mantenimiento (1942) es quizás uno de los más destacado de su generación (la de 1938 o 1942, según se prefiera). Por otra parte su labor como director del taller de poesía “El joven Laurel” constituyó un hito para la literatura chilena, pues desde allí salieron buena parte de los poetas de la generación siguiente (conocida como generación de 1957 o “del cincuenta”).
                                      Sólo unos versos de su poema “Dejo que esta mano te llore” testifican la grandeza de una poesía importante que, insisto, debe ser revisada y reeditada:


“Hoy no he pensado en ti. No estoy pensando.
Esta mano te escribe como si sus dedos llovieran,
como nube consagrada a su taciturno oficio
de asear las hojas nonatas de los árboles.
Retraído, camino por corredores de fatiga,
miro entre lacias celosías que transparentan el tedio,
sobrevivo al herrumbre del día macilento
(…)”

                                      Otros nombres se van sumando a la lista de poetas de origen croata: David Valjalo (gran gestor de la importante revista “Literatura chilena del exilio” que cumplió un papel más que fundamental durante la dictadura militar), Fernando Lamberg Carcović (uno de los primeros biógrafos del gran poeta Pablo de Rokha), Boris Tocigl Sega, Nicolo Gligo Viel, Dinko Pavlov Miranda, (recientemente fallecido) y Ástrid Fugellie Gezan (1948). Esta última, una de las voces más trascendentes de la actual poesía chilena escrita por mujeres y perteneciente a la generación de 1972. Sus libros Una casa en la lluvia (1975), Chile enlutado (1987), Los círculos (1988) o Dioses del sueño (1992), entre muchos otros, la convierten en la exponente femenina más relevante de la lírica chilena de origen croata. Con una fuerte preocupación por lo étnico, por la tragedia de los pueblos indígenas de Magallanes y de Chile entero, su obra se alza como un grito desgarrado donde la poeta asume el dolor colectivo para dolerse descarnadamente por su tierra herida. Transcribo uno de sus poemas más conmovedores:

Raulina Yagán Yagán

“Raulina Yagán Yagán, la última yámana de Tekenica y de Ukika, poblados de nutrias y sembraderos vecinos a la crueldad de las redes y el mar, murió un diez y siete de abril de mil novecientos ochenta y siete.
Raulina Yagán Yagán no dejó más descendencia que uno que otro tejido a telar, que la infeliz, hubo de aprender para sobrevivir, porque el mínimo empleo repelió su oficio de entrelazadora de canastos y canoas en miniatura.
Y así, Raulina Yagán Yagán, la última yámana de Tekenica y de Ukika subió a los cielos donde Pedro, en nombre del Dios Padre Todo Poderoso la recibió:
¿Tu nombre?
Raulina Yagán Yagán, repuso la indígena con la cabeza gacha, y luego agregó, Annu lalayala…
¿Qué dices?, interrogó el Blanco Santo.
¡Los he dejado!, ¡Ya los he dejado!, ¿Dónde puedo encontrar a mi padre dios yámana?
¿Tu padre dios yámana?, ¿Te refieres al dios padre de los yaganes?, insistió algo desconcertado el bueno de Pedro.
¡Sí!, si, sí, se esperanzó Raulina Yagán Yagán.
Murió, Raulina, tu padre dios murió el diez y siete de abril de mil novecientos ochenta y siete, en la tarde.”

                                      Pero Ástrid es una poeta que no ha olvidado sus orígenes europeos, en un escrito que le solicité, especialmente para este congreso, la autora señala:

“Referida a mi trans-orígen, mi transculturización eslava se remite al tiempo remoto y ontológicamente presente de mi niñez, en una Provincia helada, de invierno perenne no obstante, la pasada intermitente por el día calendario de las cuatro estaciones del año (…). Aldea brillante, pulcra, contradictoria Punta Arenas mía, a la que nombro, inmemoriablemente, "Una especie de país des-poseído". Hasta sus tierras llegaron entonces, mis yugoslavos pioneros de esos lares: Allí están mi madre y mi abuela Francisca, Matriarcas fascinantes en mi despertar ingenuo. De estas adorables mujeres heredé el asombro y mi pasión por la belleza. No casual entonces, mi vocación de "hacer hogar", mi deleite por los aromas, los perfumes, las plantas, la buena y santa mesa, en fin, el amor por la vida y la muerte como en uno solo y advéntico milagro. Mis primeras incursiones a la poesía nacieron de los labios de mi madre quién, sentada en su "sillón infinito", solía leérnosla por las tardes. Mi capacidad de trabajadora tenaz e incansable, mi espíritu acogedor y enamorado, mi risa fácil brotada del alma, mi cabida innata de mofarme de mí misma, (tan sanante como autorreguladora), la cogí de mi abuela Francisca.  La estética arraigante de mi lejana Croacia la viví en los jardines y en las quintas, en los sótanos habitados de arlequines y fantasmas tanto, en la casa materna, en la estancia paterna como, en aquella fascinante morada de mi abuela. Ya pasada buena parte de vivir, me declaro agradecida de mis genes eslavos porque, ellos han colaborado en buena parte, a hacerme integridad única, irrepetible, intransferible-transferida que, no teme a la adversidad no obstante, sufrirla intensamente: a la manera de los Croatas".
                                               Como es posible ver, los temas de cada poeta son propios, únicos, distintos, pero el origen no se pierde. La memoria consigue “rebuscar” hasta que, en el fondo, la raíz de todo aparece allí: “en el país de la infancia” como diría Rilke, la verdadera patria del poeta. Otro autor muy relevante, perteneciente a la generación de 1987 (conocida como de 1980 y donde me incluyo) es Óscar Barrientos Bradasić (1962). Sus poemas nos hablan de una presencia permanente de Croacia que juega en su memoria de niño y en la nostalgia por una nación que no quiere perder y que permanece viva en distintos momentos de su existencia. Valga como ejemplo este poema que traza un arco bellísimo entre Split y Punta Arenas:

Avenida Bulnes

“Los techos de Punta Arenas
son rojos como los de Split.
La inmigración es una enciclopedia
olvidada en medio del parque.
No olviden el imperio del oleaje que los trajo hasta aquí
ni la promesa del paraíso terrenal,
ambas pertenecen a la emboscada del silencio
que padece la ciudad que yace más al sur.”

                            “La inmigración es una enciclopedia/olvidada en medio del parque”, es como si la distancia se anulara y tanto Punta Arenas como Split estuviesen unidas por un pasado común: “ambas pertenecen a la emboscada del silencio”. Ese doloroso silencio de quienes ya no están, pero comparten un origen común y una forma de entender la existencia que, por decir lo menos, es muy particular.
                                               Otro poeta singular perteneciente a la generación del 1980 es Niki Kuscević Ramírez, amante de los faros (notabilísimo es su libro Metalenguajes sobre “El fantasma del faro Evangelistas”) autor de libros estremecedores como Cadáver lírico o Estudio de una imagen, construye una sólida poesía donde también, de una u otra forma, la inmigración croata está representada ampliamente. Con un hálito de historiador y, desde luego, de poeta, Kuscević ha logrado forjarse un lugar indispensable en la poesía chilena actual.
                                               Renovando la poesía chilena y con una forma más que particular de vislumbrar el mundo, Christian Formoso Bavić (1971) es uno de los poetas más interesantes que han aparecido en el horizonte lírico chileno del último tiempo. Autor de El Odio o la Ciudad Invertida (1997) y Puerto de Hambre (2005) entre otros textos es el más reciente ganador del importante Premio Nacional de Poesía Pablo Neruda, Formoso Bavić es un poeta sólido que con un extenso libro (El cementerio más hermoso de Chile, 2008) estremece el panorama de la poesía chilena más nueva. En un escrito que le solicité a propósito de esta intervención en Zagreb, Christian me escribe:

“(…) Como verás [estos poemas], no hablan directamente de Croacia o Yugoslavia, sino a través de nombres. Los dos primeros aparecen en tumbas de cementerios rurales. Distinto es el caso de mi abuelo -Miguel Bavić- en que hay una voz que traspasa épocas haciendo evidente un extrañamiento. Su manera creo que va de una gramática algo quebrada hacia algo bastante más fluido e informal (…)”
                                               Formoso Bavić es un autor “de tomo y lomo” que, como lo hiciera en su tiempo el poeta norteamericano Edgar Lee Masters fabrica historias y, más que eso, crea una mitología en torno a la existencia de distintos personajes. Léase, por ejemplo este pequeño, pero intenso texto:

TUMBA SECCIÓN RÍO GRANDE

Cercado de madera mal conservado 3X3 m. Contiene inscripción grabada sobre una cruz:

“EUJENIO MARIONELICh
MUERTO AhOGAO
EL DIA 4/10/1915
NACIO EL AÑO 1897.”

O este otro que habla de su abuelo Miguel:

MIGUEL BAVIC
† 9 – V - 1955

Día a día el oído afino
y el ojo se aja
y estremece la carne.
Día a día
el tiempo entra y sale
de mi carne y del río
y del mar amarillo
y del mundo 
y del monte
reventando de tanto muerto
porque algo se levanta
cuando todo debiera
usted sabe
hundirse.

Recuerdo, hay un barco
que tomamos, decías
que lo que importa
qué importa
es el viaje
dime ahora cómo
se dice yo, decías.

¿Y el pájaro muerto
suspendido en los ojos
cuando llamaba la noche
en un silbo negro?
Te preguntaba porque quería
ser el doble del mundo
y el corazón, también.

Botón gris, luz amarga, miel
alimento sin fulgor, tú
oh, Padre mudo
sangre de mi tarde
te busco en la cima
en lo oscuro
en la vegetación terrestre
la floración encendida
en el aire y el agua
y el pie de la ceniza.

A esto entrego los días, el oído
y el ojo afino 
mientras una avalancha de sangre
en el cielo
recoge la llama de todos
que se humillan y hablan
sin saber.

Porque caro
es el precio de la conciencia 
bufo
el de la muerte.

                                               Tal y como anunciaba al comienzo de este escrito, los croatas no sólo han dejado una huella en la construcción de Chile como una nación soberana y multiétnica. Sus aportes, desde la medicina a las letras, desde la historiografía a la lingüística, han forjado una forma de ver el mundo y de hacer las cosas que tienen que ver con el rigor y con la energía, con la pasión y la razón. Esa lejana república, ese Chile hermoso que se sitúa en el “finis terrae” no sería el mismo sin el aporte de los croatas y sin estas voces que hoy he mencionado y que, sin duda alguna, han contribuido a que nuestras letras consigan un lugar especial en el ámbito latinoamericano e internacional.


                                                        Santiago de Chile, septiembre de 2011.-






                       Publicado por Andrés Morales Milohnic para 
el 10/2/2011