LOS CÍRCULOS DE ASTRID FUGELLIE:
EL DISCURSO DE LA VIOLENCIA HISTÓRICA
Carmen Galarce,
Otterbein
College, Westerville, OH
La
producción literaria de la mujer chilena es un fenómeno escasamente reconocido
por el discurso crítico hegemónico. Si bien se han hecho algunas concesiones en
la novela y el cuento, las omisiones en lo que respecta al testimonio y la
lírica son rampantes.' Me propongo hablar aquí sobre Los círculos (1988)
de Astrid Fugellie Gezan, una poeta de amplia trayectoria y cuya vasta obra poética
raramente aparece registrada en las antologías autorizadas. El poemario, quizás
uno de los más herméticos de Fugellie, ganó el premio Academia Chilena de la Lengua
en 1989 y es el resultado de ocho años de trabajo que tienen como marco
contextual la represión de la dictadura militar de esos años. Esto explica el hermetismo
del código poético; el decir sin decir para eludir los mecanismos de censura
del régimen que hacían precaria la producción escritural de la época. De este
discurso subversivo emerge una conciencia poética que se hace cargo de la
Historia. "Los círculos" trascienden la dimensión denotativa para
vestirse de significaciones universales para aludir a aquello "que no
tiene principio ni fin, que va ascendiendo y repitiéndose como una espiral. El
círculo traza el límite con la muerte y la vida comienza con la muerte",
como nos dice la autora.^ Pero, los círculos también se asocian a la repetición
de la historia, a esos períodos de violencia y estabilidad, de relativa libertad
y de censura que han caracterizado el desarrollo de nuestro continente y que
ponen al escritor frente a la disyuntiva del silencio o la resistencia. En otro
nivel, los círculos pueden leerse como la intención de dar una organización
geométrica al universo privado, en oposición al caos que ofrece el referente.
Los años 80, tiempo que marca el génesis de Los círculos^ son los años
de una escritura vigilada, en los que la autoridad se apropia del lenguaje y
sus circuitos, excluyendo cualquier forma de disidencia o discurso políticamente
"contaminado". Dentro de la incertidumbre contextual, el poemario de
Fugellie constituye un esfuerzo desesperado por ordenar una realidad que sólo
puede controlar en el universo de su creación.
Los
círculos es
una obra poética de dimensiones totalizantes, producto de la exploración de la
escritura de un sujeto femenino que se ha planteado como repertorio temático lo
proscrito. Dividida en círculos que van de la A a la Z, cada uno de ellos
contiene unidades poéticas fragmentarias cuya sintaxis violenta está
reproduciendo en el texto y a nivel del lenguaje, la opresión extrema del
contexto. La estructura tiene la forma de un diálogo en el que una voz
profética emite advertencias en un mundo depositario de dolores, huérfano y desamparado,
que se debate en el crepúsculo de su historia. Esta voz, acosada por la
realidad inmediata, denuncia las condiciones históricas y sociales del Chile de
los 80 desde la perspectiva femenina victimizada y marginalizada. Pero no como
sujeto pasivo, sino haciendo una re-lectura de la historia patriarcal en la que
se privilegia la figura femenina, su cuerpo y su espacio por sobre lo canónico.
Tanto la voz autorial profética como las unidades que conforman los círculos
—denominadas a veces con una letra, otras con adjetivaciones culturales—
tienden a denunciar "la violencia y la injusticia sobre el cuerpo de la
mujer, el cuerpo social y, en especial, los sectores sociales marginales"
como dice Juan Villegas.
Asumir
la marginalidad significa ubicarse en un espacio que la institucionalidad no
reconoce y, por ende, un acto de disociación y, sin duda, contestatario.
La
voz profética tiene una función apocalíptica y anuncia castigos y sinsabores a
la voz poética: "Morirás ciertamente, a manos de tus ojos" (14);
"—Ya verás, ya verás, reventarás
por tu grito" (17). Pero más importante que las advertencias es laexhortación
a asumir su identidad — "No llores en Inglés o en Francés ¡Llora en
Chilenito!" (44)— y su investidura de testigo ocular
de la historia: "Escribe en tu diario lo que veas. Chile es un buen
ejemplo de Parusia" (116). La dimensión testimonial que se le ha otorgado
a la hablante, se ve respaldada por el rol de cronista que el mensaje del
dios-padre-indígena Huenu le asigna, al ordenarle dar testimonio, no sólo de lo
que está ocurriendo en el país en el momento de la escritura, sino también
insertar los sucesos del presente en un contexto más general del acontecer
humano:
—¡Salva
a tu tribu!
Y
para que no se repita la
in
humanidad
de las civilizaciones, escribe en tu diario
lo
que veas:
—CHILE
ES UN BUEN EJEMPLO DE PARUSIA.
(118)
Desde
esta perspectiva, el poemario adquiere las características de un documento que
reproducirá en el nivel de la escritura, hechos sociales que han afectado la
cultura del país con el propósito de desentrañar la realidad y de ubicar los
hechos históricos, más allá de su apariencia, para integrarlos a la totalidad
de la cual forman parte.
Tarea
del que escribe será mostrar la otra cara de la historia y ser el portavoz de
la colectividad y, como decía Barnet refiriéndose a la novela-testimonio, ser
el "portavoz de la historia de las gentes sin historia" (295). Esta
función del escritor aparece en el poema "El poeta" del Círculo
exaltado:
El
poeta decía: — Puedo crear imágenes.
I
Las piedras tienen ojos generosos.
II
La luna es el pan eucarístico de la noche.
III
El sol tiene raíces amarillas.
Y
sostenía:
—Lo
que digan mis imágenes, da lo mismo.
Al
oírlo,
el
Círculo irrumpió en furia de tolmo:
—¿No
has pensado en tu pueblo?
Sobre
el pecho de la tierra
fluían
las lloreras del malcomer.
Uno,
diez, cien, mil hombres en inmutable
estado
de necesidad
morían.
—^No
lo había pensado, repuso el creador
cabizbajo.
(38)
El
poeta no puede permanecer sordo al sufrimiento de la colectividad. Debe llevar
al nivel del discurso la memoria perdida para llenar el vacío deliberado en la
información pública y articular lo que la historia calla. Tarea que se llevará
a efecto en una época de condena y de abandono, de injusticia humana y de
injusticia divina, sin posibilidad de redención alguna, como se puede notar en la
agonía que pervade la estrofa final del poema "el encarcelado",
en
el que la presencia iterada del participio de presente —en oposición inmediata
con el participio de pasado de finalidad— enfatiza el carácter permanente,
demoledor y constante del martirio
con
el que se está subyugando al pueblo:
Padre
Nuestro que estás en la cárcel
crucificado.
Crucificando,
crucificando, crucificando. (34)
En
este universo poético doloroso, no sólo el Padre ha abandonado
al
país. También el Hijo ignora al pueblo como se ve en el poema
"Mariagua
Mediagua":
Y
dijo Jesús:
—¿Cómo
te llamas?
Y
yo dije a Jesús:
—María.
Y
dijo Jesús:
—Como
mi madre.
Y
yo dije a Jesús:
—^No.
mi nombre es mariagua mediagua y soy
de
Chile.
Y
dijo Jesús:
—¿Dónde
queda Chile? (45)
El
diálogo que se establece entre estos dos personajes me parece muy
significativo. Se sabe que la literatura ha sido prolífica en modelos femeninos
que han sido destructivos para la liberación de la mujer. Me parece ver en este
caso un rechazo al modelo mariano, una hija que se separa de la asociación con
la madre y que al rehusar la identificación con la imagen tradicional, se está
disasociando del pasado, del presente y de la ley del padre que tienden a
transformar lo femenino en objeto. Mariagua se vuelve en contra de los orígenes
lo cual le permite un sentido de identidad muy fuerte que transmite un mensaje
evidente: el de una mujer nueva que no acepta la división tradicional del mundo
entre poseedores y poseídos del que deriva la objetivación de lo femenino.
Mariagua pertenece al
universo femenino del poemario que está formado por
figuras autóctonas, mapuches y patagónicas que, de una manera u otra, se enfrentan
a los dioses —ya sea el Dios Blanco o el Dios indígena—, a la figura del padre
en otras palabras, sin disociarse de la naturaleza. Son todas ellas figuras
femeninas desamparadas que han sido victimizadas por los hombres y que
reaccionan de manera particular frente a las adversidades:
Lucrecia
Millapi murió siendo niña y Fresia, su madre, lloró
tres
largos días y tres noches largas, al cabo de los cuales le
sobrevino
el consuelo: Bueno, pensó la mujer, Lucrecia no
merecía
mi suerte. (52)
El
consuelo frente a la muerte temprana es brutal ya que es preferible morir a
tener una vida miserable, como la de Angelina Quilleleo forzada a robar, y
martirizada por la culpabilidad judeocristiana (48) o como la violencia y el
dolor de Manuela Collio (54) y Maximiliana Perul (46). Sin embargo, las mujeres
indígenas configuran sólo un sector de la población femenina victimizado y
asediado por los males sociales latinoamericanos. El proceso es general y
afecta a todo el género, incluyendo a la voz poética que se ha identificado como
víctima desde el principio, cuando nos habla de la violencia experimentada por
su propio cuerpo:
Palpa
mi corazón
me
siento sola.
Destripada
al tacto
de
las manos
innumerables.
(11)
La
imaginería de violencia y dolor, el trauma del origen predeterminado y basado
en el dolor del otro, la pérdida del paraíso y la caída, la noción de haber
sido arrojado al mundo y a una existencia que es una suerte de muerte en vida y
la búsqueda inútil de permanencia en un universo acechante, convierten a la voz
poética en una conciencia
aislada
que se transforma en antagonista del mundo y depositaría de su dolor. Más
todavía: está aludiendo al momento de la subordinación del género, a la falta
de participación desde los orígenes y desde el mismo instante de la creación
verbal:
Soy
huesa santa, me parieron aquí,
sin
consulta previa.
Me
vomitaron y después dijeron:
—¡Salud!,
hasta que te crezcan
gusanos
y flores.
Oyeme,
mírame deshollada:
El
primer hueso indigno que llevo puesto
es
la cicatriz en el vientre que me trajo. (23)
La
objetivización y la falta de participación en los eventos humanos
esenciales
se intensifica en el poema "La urañada", en donde se nos
dice:
—Me
desarraigaron del sitio de la raíz verde.
Arrasaron
con mis ojos y me asparon a gritos,
(Sentí
dolor y frío en el cuerpo descorporado,
sentí
frío y dolor en mi raza).
—¿Te
caducaron, te mataron a palos? (104)
Las
imágenes se distribuyen en las oposiciones muerte/vida que son los fundamentos del universo poético,
sacudido y escindido por conmociones internas, en el que Eros es visto desde la
perspectiva del dolor y de la pérdida ("Por más que quieras amarlo, no lo
hagas.
Antes,
ve allá donde las velas queman. Después, si las quemaduras no te matan,
ámalo" [78]), y Thanatos, en el tiempo de finitud en el que la voz poética
valora su propia existencia y da voz a sus ansiedades. Se incorporan también a
las ansiedades de otros individuos sin poder que han sido víctimas de
siniestras transacciones
desde
los orígenes de la humanidad:
Apagúese la negra fiesta de la creación
porque
sus esponsales fueron de Dioses
con
cuello y corbata
y
avívense los fuegos de la sangre
en
memoria de mis siervos. (41)
Desde
la perspectiva teológica, el paradigma que ofrece el
universo
poético de la realidad es inadecuado ya que la opresión del
débil
por las élites políticas económicas es contraria a la promesa
mesiánica
de justicia e igualdad:
Lo
supe cuando habitaba tu mundo y los Poderes dividían
la
tierra para Reinar. Has de saber que antes de ser
Guampo
fui Celedonio Manquecura, cura de los desvalidos
y
saqueados para cosechar divisas. (65)
El
sentido de debilidad e impotencia frente a la realidad política que
invade
la esfera doméstica y la determinación inquebrantable de
romper
el silencio impuesto por el terror de la dictadura a través de
la
retórica de la resistencia, se ve en el poema "Maximiliana Pirul":
Y
llegaron los días en que el dolor de la Patria
debía
hablar.
Y
llamé a Maximiliana Pirul, que era madre de José
el
cantor parroquial y le dije:
—¿Por
qué lloras?
—Aprehendieron
a José mi primogénito.
—¿De
qué lo acusan?
La
mujer— abnegada repuso entre dientes:
—De
tener la voz como caída del cielo. (46)
El
dolor privado adquiere una significación mayor dentro del
contexto
general anunciado inmediatamente después por la voz
profética:
"Los Heraldos Vallejianos, el Hamiet doloroso y todos los
escritos
del hombre y todo lo maldito de Dios logran su vigencia en
esta larga y angosta faja de tristeza" (58).
Frente
a la naturaleza patriarcal de los textos bíblicos, Fugellie opone una
constelación de creencias y valores nuevos; sus hablantes se convierten en
testigos proféticos de una escritura dirigida en contra de la injusficia y la
deshumanización del hombre y de sus instituciones, como se puede notar en el
poema "El infeliz":
Tendría
edad de pájaro insolente
cuando
mi padre ordenó entrar al colegio:
—Acatarás
la forja de mis tundas
la
de tus maestros y no dirás "ni pío".
¡Lo
harás hijo!
—Sí
padre,
(al
buen tuntún porque era niño)
Luego
vino la adultez y algún Mayor,
que
no era su padre, ordenó:
—No
tendrás voz ni voto.
Concluida
la disposición,
anudó
al hueso de su antebrazo
un
signo brutal que pendió como una aureola
llena
de cenizas.
—¿Lo
harás?
—¡Sí
mi Señor! (56)
El
paradigma feminista de dominio que se cuestiona en Los círculos, afecta
tanto las estructuras religiosas como las sociales en lo que respecta a la
autoridad. Se escribe contra esa realidad que divide el mundo entre dictadores,
representados en los poemas por la figura del Padre, y subordinados,
representados por las figuras del I lijo y
la
Madre, y se propone un concepto de autoridad basado en el diálogo entre iguales
—como se puede notar en el poema "Mariagua Mediagua" y otros— que no
requiere sometimiento, sino la participación común en la tarea de crear una
nueva realidad, interdependiente, no dependiente y afirmada en la cooperación
de la diversidad con la totalidad. Sólo cuando las diferencias sean respetadas
y valoradas, aquéllos que han sido marginalizados recuperarán su valor como
seres humanos y podrán participar en el viaje hacia la nueva creación.
La
yuxtaposición de sucesos públicos y privados sugiere una alienación y una
interferencia inevitable entre dos niveles de existencia. La poesía de Fugellie
responde a las tensiones del momento histórico, enraizándose en la experiencia
autóctona como un modo de responder a la arrogancia del poder. Frente a la
experiencia común de alienación política, exacerbada por la marginalización del
género, la poesía se convierte en un espacio de resistencia
y
en fuente de disidencia pública. Asimismo, los poemas se transforman en
emisiones de un sujeto consciente que revelan a través de su diálogo con otros,
el desorden y la discontinuidad de las relaciones sociales bajo un régimen
dictatorial en crisis: abusos, flagelaciones, prisión, muerte, ametrallamientos,
desaparecidos, la ausencia y el atropello a los derechos humanos más
elementales, el exilio que amputó el cuerpo social, todo encuentra su lugar en
el poemario. El discurso poético de Fugellie sobrepasa las fórmulas triviales aplicadas
a la poesía escrita por mujeres ya que, al ser una praxis escritural que
rechaza lo doméstico se ve ligada inevitablemente a la problemática de su país.
Una práctica cuestionadora, itinerante entre el Silencio (Círculo A) y la
Exaltación (Círculo Z), y múltiple,
con
la que reclama la posibilidad y la misión de transformar la vida en palabras y
la participación de la poesía en la lucha por la democracia y la
autoemancipación.
--
Obras
citadas
Barnet,
Miguel. "La novela testimonio. Socioliteratura". Testimonio y
literatura, Ed. Rene Jara
y Hernán Vidal. Minnesota: Institute for the Study of Ideologies and
Literature, 1986. 280-302.
Campos,
Javier. La joven poesía chilena en el período 1961-1963. Concepción:
Lar, 1987.
Díaz,
Erwin. Poesía chilena de hoy. Santiago: Documentas, 1988.
Fugellie,
Astrid. Poemas. Punta Arenas: Ilustre Municipalidad, 1966.
—.
Siete Poemas. Santiago:
Tebaida, 1969.
—.
Una casa en la lluvia. Santiago: Ed. Nac. Gabriela Mistral, 1971?
—.
Travesías (Antología). Santiago: Quickprint, 1986.
—.
Chile enlutado (Artefacto). Santiago: Ergo Sum, 1987.
—.
Los círculos. Santiago:
Ergo Sum, 1988.
—.
Dioses del sueño. Santiago: Cuarto Propio, 1991.
—.
De magas y tréboles (Artefacto). Santiago: Ergo Sum, 1992.
Pina,
Juan Andrés. Conversaciones con la poesía chilena. Santiago:Pehuén,
1990.
Villegas
M., Juan. El discurso lírico de la mujer en Chile: 1875-1990. Santiago:
Mosquito, 1993.
Notes
1 Para citar los estudios más recientes, Juan Andrés Pina en Conversaciones
con la poesía chilena no incluye a ninguna poeta; la misma amnesia afecta a
Javier Campos en La joven poesía chilena en el período 1961-1963, en
tanto que Erwin Díaz en Poesía chilena de hoy, generosamente
incluye el nombre de una mujer.
2 Astrid Fugellie ha publicado hasta el
momento ocho trabajos (ver Obras citadas).
3 Astrid Fugellie. Revista de libros, El
Mercurio 11, VIII, 1989.