“Donde se confunden y mezclan los tiempos:
verbales y físicos, el ayer y la afasia.”
Roberto
Bolaño
Sentada en la terraza oyes la campana
de la
parroquia del Sagrario,
a las siete de
la tarde.
A la orilla de la vereda, adviertes
figuras diso-
nantes
ambulando hacia la esquina de las marga-
ritas hecha
pedazos.
El río se abre en dos triángulos difusos, un
perro y un
alma, aún rojos por dentro, asoman ta-
citurnos bajo
el cielo demente y tú los miras desde
la terraza cuando suena la
campana de la parro-
quia de los Santos Ángeles Custodios, a las siete
de la tarde, ayer.
Hay sombras biológicas e intrusas
saliendo
de alguna
puerta, una ventana alarmante, desme-
moriados fetiches volteando hacia los muros de a-
quella casa
ermitaña y tú, sentada en la terraza, con
con un misal
criollo y aquel rosario caído de otro fes-
tín, oyes
cómo doblan las campanas de la iglesia del
Sagrario, a las siete de la tarde.
Resulta familiar aquella arquitectura
hueca
de la
basílica de la Merced. Por la escalinata
desecha
bajan
ancianas alegremente tristes y una mujer de blan-
co, te sienta en la terraza para que observes sus verti-
dos y
pañuelos de lunares como crepúsculos cenizos.
No lejos, el Campanario de la Anunciación
Astrid Fugellie Gezan