martes, 26 de agosto de 2014

LA NOCHE DE LA JUANA SANTA






Yo imagine la flor  de la higuera,

yo la inventé,      le hice entre  la

vastedad de los sueños y el afán

de la vigilia. Yo pinté sus pétalos,

y el lado  claro del sigilo.


Yo imagine la flor de la higuera

fui su partera       y su parida; la

ingenié entre la claridad    de un

lucero     y la oscuridad del enig-

ma:- allí me arrodillé.


Lo singular,     no fue la higuera,

no fue su flor,    no fue la albura,

ni el rosario de la    Juana Santa.


Por el contario, más valió la apa-

rición    de un sacristán hermoso

mozo que,     más acá o más allá

de la suerte,   me enseñó a bailar

un tango delirante    bajo la noche.

                                                          ( en  memoria de R. J.)