martes, 11 de noviembre de 2014

Las brujas del Apocalipsis


Cuando mi bisabuela muerta parió seca las parteras no
pudieron hacer a la luz a mi abuela.
Ella nació ahorcada
por el cordón umbilical de la santa vieja.

Cuando mi abuela muerta dio a luz a mi madre,
la frágil calavera de mi antecesora ya estaba colgada en el perchero
entre la mampara ovalada y el diván de felpa
roja.

Cuando mi madre muerta me trajo,
entre dolor y llantos
por ser yo demasiado gruesa,
mi mortaja estuvo sentada
frente al espejo de la cómoda de ébano.

Cuando muerta alcancé la edad madura de la menstruación,
vino mi hija yerta y blanca y se quedó para siempre
en la habitación de balcones
por donde la noche entraba
muda.

Así nuestra dinastía jamás compartió un desayuno
con la lectura de Baudelaire,
o el final de cena con la música de Bach.

De tal suerte aconteció,
porque cuando nació mi bisabuela muerta
guardó en su armario estilo rococó,
una mariposa nocturna dentro de una caja redonda y amarilla
parecida a la luna. Se dijo que la mariposa era un dios
hecho polvo.

Fue así como ninguna de las cinco muertas,
nos atrevimos a abrir esa caja redonda y amarilla parecida a
la luna.
De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas
a nacer vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.


“La Generación de las Palomas”, 2006, Ed. La Trastienda