domingo, 20 de julio de 2014

POEMAS FRAGUADOS EN LA MEMORIA PUNZANTE (Prólogo del libro ''en off'')










POEMAS FRAGUADOS EN LA MEMORIA PUNZANTE    
(Prólogo del libro ''en off'' de Astrid Fugellie, editorial La Trastienda, 2010)

La poesía de Astrid Fugellie sorprende siempre por la capacidad casi sobrehumana para transformar el lado más oscuro y trágico de la vida en materia bella y luminosa. Insomnio y Asteriza, sus más recientes poemarios, se deslizan por esa vía de creación donde la poeta-alquimista puede ver claro en medio de los nubarrones, y diseñar futuros resplandores que alumbrarán su sendero.
En Insomnio vivimos la noche más larga, porque «en todo insomnio yace un entierro» nos dice la poeta. Las horas pasan lentas para el yo poético que deglute, como en una ópera, el acto de la muerte de un tú interlocutor del que no puede sustraerse, porque no está en el libreto el camino que permita su desvío. Con un sentimiento de abandono, desde una casa poblada de soledad, la voz poética se desplaza en su mente por calles vacías, mientras prepara su asistencia a la «última fiesta,» otra forma decir «funeral». Como en las tragedias griegas, adolorida, experimenta el rechazo de los que deberían darle vida. El desamor de su descendencia, y el cuestionamiento de su estirpe son temas que se sienten a flor de piel en este funeral de oscuridades. Todo está en tela de juicio en la conmoción de su memoria: la maternidad, la amante y los roles de género impuestos culturalmente a la mujer, «¿Existirá la madre cabal/ la amante incansable / la casa serena?» Sin embargo, no todo está perdido, y la esperanza empieza a tomar forma en esta interrogación del final: «¿Se detendrán las auroras en mi copa?» Y la respuesta, su decisión definitiva, no se hace esperar, «quiero sobrevivir,» implicando el triunfo sobre la muerte de ese otro tú que también está presente en todo el poemario: «Un corte concluyente en la bañera... un corte una herida... el gusto amargo de las pastillas...» La voz de la hablante asume esa muerte, pero sabe que «volverá a latir la vida en la palma de (su) mano.» Se trata, pues, de una la voz poética que se levanta con la fortaleza de una roca, y la lucidez de una estrella para salir y dar la cara a ese pequeño infierno que sin su permiso se instaló en su falda.
Asteriza, como el anterior, es un poemario donde la voz poética, sobreponiéndose a toda circunstancia, se dirige a un doble interlocutor desgarrado, alterego poético y, simultáneamente, una otredad que funciona como espejo de un fracaso que se siente hasta la médula de los huesos.
 Con la lucidez y la seguridad de quien conoce íntimamente a sus interlocutores, la hablante se dirige a Asteriza en el momento de una pérdida absoluta para poner en cuestión la antigua plataforma de su existencia: la maternidad y la compañía, la vida y la muerte, el orden de los sistemas y el caos, Dios y el abismo... Asteriza como alterego solitario, se pasea por una casa que no es la doméstica casa de sus sueños, sino un «recinto negro... con un balcón colgando de la horca» donde el polvo del tiempo cubre un secreto y la llave que lo abre está perdida. Este recinto se vuelve mundo, cosmos, universo donde viaja el poema como constelación de estrellas fugaces que descienden hacia un abismo común, en una caída muy al estilo huidobriano cuyos versos le sirven de epígrafe.
Como en Insomnio, Asteriza se ve obligada a asistir al sepelio en el que será desgarrada por los perros, pero sirve de consuelo que ésta será la última calle que transite. El cuestionamiento a ese doble interlocutor (Asteriza y el «otro») que aludí antes sucede en todo el poemario: Asteriza es «la escribiente de textos incendiados», «la empresaria», «la antimadre,» una sombra «con la sombra del que fuera,» sobre todo es la «invidente» que, paradójicamente, apenas ahora que realmente es libre, se da cuenta de que debe «llorar su cárcel.» Mientras tanto el «otro» se ha convertido en una memoria sin ojos, un centro con la muerte en la periferia: «¿Que hiciste para evitar tu extinción?» «Tuviste miedo de ser dos... tres?» pregunta la voz poética a quien de ahora en adelante jamás le podrá contestar.
La búsqueda continúa: «dónde la vida». Lo que deja claro que Asteriza no podía agotar la vida de su otredad en ese viaje de muerte y tampoco podía evitarlo, porque la diseñadora de ese terrible camino hacia el vacío no es Asteriza, sino alguien que en lugar de luz le inoculó las sombras... «debería ser tu madre / el primer criminal /que te sorprenda /.../que te sepulte,» quien le dio sombras en vez de luz.»
Por la incomprensión que encierra, la mayor tragedia es el rechazo que Asteriza sufre de parte de los niños que lloran en la tumba del «otro». Y de nuevo, allí está la luminosa voz poética que puede remontarse, más allá del presente, a las circunstancias y llegar a la memoria ancestral: esos hijos son «huéspedes tullidos» que sólo tienen un fragmento de «tu alma» o quizás «el sol inmolado de tristeza con un amor ulcerado ya sin piel.»

A la caída inevitable le siguen: una agonía que pareciera un viaje sin regreso, un miedo que todo lo invade, una duda que todo lo cuestiona, un desamparo que nos deja a la intemperie tiritando de espanto, y un caos que, felizmente, por las leyes de la física, ya contiene la semilla que revelará en su anverso la posibilidad de renacer en otro orden anticipado en este verso: «En ese fraguar estás tú.» Sí, porque la soledad no es una puerta clausurada, otros miembros de la tribu se acercarán a romper la muralla que rodea a Asteriza. Así lo percibe la voz poética clarividente que le revela una posible salida:

si despejaras las penas
y evitaras cerrar el ventanal
/... /
uno que otro huésped de tu tribu
se sentaría al aire libre de la noche
invirtiendo el orden de sus sombras...

No se trata pues, en estos poemarios, sólo de una tragedia a pesar del tema, de su función catártica y de la confrontación con fuerzas inescrutables que arrasan y conducen a la autodestrucción fatal. Se trata de algo mucho más poderoso; pues en contrabalanza, Insomnio y Asteriza presentan también la manera de conjurar y contravenir la tragedia por el hilo de luz que aún queda en la voz poética y la voluntad de vivir y el poder de compartir de su alterego.


Consuelo Hernández
 poeta

AMERICAN UNIVERSITY
Catedrática de Literatura y Estudios Latinoamericanos