viernes, 19 de julio de 2013

Un áster para Astrid (algunas notas sobre en off)


(…) Desde entonces tu sombra da la vuelta
alrededor de cráteres lunares.
Pero ahora que nos hemos encontrado,
isla, madre, mujer, volcán, destino,
ven a dormir tu soledad de siempre (…)

Pedro García Cabrera. Isla y mujer.


Decía Vicente Huidobro sobre la poesía que, aparte de la significación gramatical, hay otra, una significación mágica que rompe con la norma convencional del mundo y donde las palabras pierden la denotación estricta. Si la poesía es el vocablo libre de todo prejuicio, el verbo creado y creador que se desarrolla cual alba primera del mundo, su precisión es perder este carácter fundacional e iluminador. Esa mirada asombrada.

Estos principios fundamentales que sentó el poeta chileno en el Ateneo de Madrid en el primer tercio del siglo XX son los primeros pasos de la poesía de vanguardia en español. (1)

La primera revolución de Huidobro en cuanto a poesía se refiere fue inaugurar en nuestra lengua el extrañamiento que preconizaba Nietzsche en su filosofía. Extrañamiento de la palabra que produce rebeldía contra el orden establecido, no solo por la sociedad en decadencia, sino en la manera de esta de acotamiento de la realidad a través de un lenguaje ya vacío, que ya nada comunica. En este sentido, Altazor es un trasunto del superhombre nietzscheano en lengua española. Imaginemos por un momento que si en vez de hombre fuera mujer…

Todo viene muy a propósito de la poesía de Astrid Fugellie, cuya trayectoria la revelan, según el poeta Raúl Zurita, como la escritora con una de las poéticas más amplias y originales de la poesía chilena actual. Me parece significativo que nuestra poeta haya aprehendido esta tradición antes mencionada, estos hechos que corresponden con el que, según mi opinión particular, ha sido el punto cero de la literatura en español de nuestros tiempos. O mejor dicho, no tan significativo como ese vórtice suyo, ese centro que irradia de su condición femenina. Si el poeta canario Pedro García Cabrera identifica la isla con una mujer, la isla Astrid se encontrará con su verso.

Dice Jorge Rodríguez Padrón en su célebre artículo sobre la poesía de mujeres en Hispanoamérica, “El barco de la luna” (2), que no conviene establecer una división entre poesía femenina o feminista y poesía masculina. La verdadera poesía no puede asumir estas divisiones. La diferencia entre una y otra está en la percepción del mundo, no en el hecho poético. Una percepción que se hace expresión lingüística, que en el hombre, en principio, está impregnado de estereotipos propios de un sistema patriarcal vigente y, en la mujer, lleno de un extrañamiento propio de su condición y donde intervienen todos los sentidos. La precisión de la mujer- poeta está en ese atrevimiento sin saber qué le espera al final y, de hecho, este toque es muy necesario para que la poesía fluya con naturalidad y no con los amarres patriarcales. Temor, desconcierto, duda; esto marca el lenguaje fronterizo de la mujer poeta hispanoamericana. Aparte de la revolución que supone el creacionismo de Huidobro.

Astrid Fugellie nace en Punta Arenas, Chile. Educadora de Párvulos graduada de la Universidad de Chile. Miembro fundadora, redactora y posteriormente directora de la revista “Corchete”, del Banco Central de Chile. Es cofundadora de la Casa de la Cultura de Punta Arenas. Obra publicada: “Poemas”, I. Municipalidad de Punta Arenas (1966); “Siete poemas”, (1969); “Una casa en la lluvia”, Ed. Gabriela Mistral (1975); “Quién es quién en las letras chilenas”, Ed. Nascimento (1982); “Las jornadas del silencio”, Ed. Nascimento (1984); “Travesías”, (1986); “Chile enlutado” (artefacto), Ergo Sum (1987); “A manos del año” (cuento), Ergo Sum (1987); “La mujer en la poesía chilena de los 80”, antología, Inge Corssen editora (1987); “Los círculos”, Ergo Sum (1988); “Dioses del sueño”, Editorial Cuarto Propio (1991); “Los círculos”, (2ª Ed.) Ed. La Trastienda (1996); “Llaves para una maga”, Ed. La Trastienda (1999); “De ánimas y mandas, animitas chilenas desde el subsuelo”, Proyecto Fondart Regional, (2003); “La tierra de los arlequines, ese arco que se forma después de la lluvia”, Exposición Marionetas, de la pintora María Paz Valdivieso (2005); “La generación de las palomas”, Ed. La Trastienda (2005). Con “Los círculos” obtuvo el Premio Academia Chilena de la Lengua 1989 (Fuente: Fundación Metáfora), y esta obra que nos ocupa “en off”, editorial La Trastienda, Santiago de Chile 2010.

Sí, como dijera Huidobro, el poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación, qué drama no representará una mujer y su representación, qué drama no representará una mujer que no solo asume el dolor ante una pérdida personal sino la pérdida de todo el pueblo chileno, el sentimiento trágico de todo un país desde la óptica femenina, que solo ve la poesía como única forma de asunción. Así como ocurre en su obra “La generación de las palomas”, Astrid va a los linderos y observa que incluso los conceptos han caído en el vacío de la existencia. Como consecuencia, su creación será capaz de ir más allá del simple coloquialismo e inaugira en su verso, digamos, una “koiné dialéctica”, un habla inventada para expresar el dolor del ser humano al unísono (3).

“El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderme”, decía el poeta Huidobro. Tampoco podrá comprender ese extrañamiento del lenguaje que Astrid Fugellie funda en su poesía para expresar en “su más extraña lengua” (como decía el poeta canario del siglo XVI, Bartolomé Cairasco de Figueroa, cuando oía a los aborígenes de Tamarán apagar su llanto por la pérdida de su identidad con las más sobrecogedoras endechas nunca antes escuchadas) ese desgarramiento sublunar.

En cuanto al libro recientemente publicado por Astrid “En Off”, reconozco que, meses antes de dicho evento, había leído lo que en principio parecían iban a ser dos poemarios distintos, aunque subsiguientes. Los había leído varias veces, incluso alguna de ellas tuve la impresión una tanto borgeana de que era el libro quien me leía a mí o de que eran todas las voces de las mujeres presentes, pasadas o futuras quienes me susurraban al oído su llanto. ¿Por qué “en off”? Esa expresión aluda a una técnica cinematográfica, y ahí está la genialidad del título: una autora que ve ese sentimiento trágico de la vida como una película donde una voz no presenciada retransmite. Llamémoslo alejamiento crítico, contrapunto irónico… el resultado es que cada lector oirá su propia voz interior, de la misma manera que este que escribe y leyó un mes antes y un ahora. Por otra parte, el título nos remonta a esos coros de la tragedia griega. No en vano la palabra “persona” viene del griego y hace alusión a una máscara especialmente diseñada para que la voz de los actores resonara y fuera escuchada. No era cuestión de identidad sino de escenificar un drama (y que fuera “oído”), como el de Astrid Fugellie que no pretende proyectar su ego al modo romántico sino hacer que una tragedia concreta se eleve al rango de la poesía. He aquí la eficacia: re- sonar, sonar (como diría mi amiga también chilena Alejandra González) con el “co- razón” de una mujer que encuentra el cantero de su poesía. Una poesía que reubica su territorio, que “re- zona” desde el verso.

Así, “En Off” se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera, “Asteriza” y, la segunda, “Insomnio”. No podría decir, por las causas antes mencionadas, que se trata de dos poemarios,. Realmente es una obra con un corpus único, dos habitaciones de una misma casa. La separación de la vida y la separación de la muerte, a fin de cuentas el mismo exilio, el mismo e iluminador sentimiento de vacío. Entiéndase que “vacío” no es la “nada” y Astrid, que lo encuentra, lo lleva y lo lanza a la inmensidad, como si de una botella se tratara lanzada al océano desde su naufragio. ¡Qué mayor iluminación se puede pedir!

“Asteriza” comienza con un diálogo intertextual entre Altazor y ese alterego femenino llamado Asteriza, con la intención de establecer un paralelismo entre ambos descensos y consiguientes caídas. No intención superficial precisamente… De un lado, en el epígrafe o cita a Huidobro, se muestra el descenso de Altazor: “cae lo más bajo que se pueda caer”. De otro, la hablante que increpa a Asteriza, anuncia el desplome de esta. Doble caída, pues, la asumida de Altazor- hombre y la caída propia: el desplome. A continuación esa voz que está al lado de la de acá del espejo, esa otra voz en off, que va a intervenir en siete momentos (curioso dato…) para recordarle a Asteriza hasta qué punto llegó su descenso. Como contrapunto, cada intervención tiene su correspondiente respuesta que no es tal, sino un ahondamiento en el monólogo interior de la aludida, lo cual matiza ese sentimiento de soledad, pues no existe la soledad absoluta. Quien realmente siente su temblor descubre esa otredad necesaria que la mujer ha descubierto para seguir adelante. Sentimiento del vacío, muerte ciega o agonía de un existir, el miedo al espejo quebrado como fragmentación de su individualidad, el sentimiento de culpa por su condición de mujer que nunca podrá asumir, el desamparo y su forma de expresión, el caos subsiguiente de la realidad que le circunda y el sentirse poeta en dicha asunción a la par que se plantea ese lenguaje fronterizo que Jorge Rodríguez Padrón menciona en el ensayo aludido, y, por último, el sentirse su carne sazonarse en esa desolación. Sentir el país desplomado en su verso. El país hecho carne en sus entrañas y refundado en el verso. Lo que está “siendo” en el poema.

Pasamos a la habitación de “Insomnio”. Nuestra hablante en off (la misma) pasa seis horas de velatorio ante su ex esposo que se ha suicidado.  Este ya no puede escucharla, pero el Hombre tampoco antes (vivo o muerto), lo sabe. Voz en off desde afuera de si misma, porque de momento no sabe que se habla desde el interior de sí. Desdoblamiento: la hablante es un yo lírico que pasa una noche velando el cadáver. ¿Se ha suicidado el hombre o su idea del hombre? Ella, una mujer que desde su escondite, el Insomnio va marcando el transcurrir de unas horas que resumen no ya toda una vida sino toda la historia enajenante de la mujer donde toda ha sido sentimiento de culpa, perdida de identidad: “volverá a latir la vida en la palma/ de mi mano deshuellada, herida?” para concluir hacia la primera hora del alba con la convicción de que los delirante caerán por sus ojos (los de ella) asombrados y nuevos. No le queda otra salida.


“…No hay calles
ya no quedan más calles” (4)


Tragedia sí, no solo de una mujer que ya ni llora, aunque la memoria duele. Mujer que escribe el testimonio de sí misma, manifestando sus ansias de levedad


“Quiero dormir sin huesos ni carne
quiero estirar mi lenguaje
hacia otro siglo conjurado. Quiero sobrevivir”.


Quiere sobrevivirle a ese cadáver físico y lingüístico (digamos) ante el cual sigue siendo ninguna y, por tanto, “sobra en el quehacer de los afectos” (5). Tragedia o liberación, eso significa su escondite en el insomnio.

Astrid Fugellie, que conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, sabe ver como Huidobro los lazos sutiles que se tienden entre su tragedia personal, “su” realidad. Oye las voces que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables:


“Golpea el agua sobre el silencio tal vez
yo sea la llovizna (…)

La noche es oscura, mandíbula
antigua llena de caries (…)


Como decía el filósofo Jacques Derrida: “¿Cómo no temblar?... Para ser verdaderamente, singularmente responsable ante la singularidad del otro es necesario que ya no haya mundo” (6). Cierto, todo ha de partir de un sentido de deconstrucción de la realidad, sobre todo en lo referente a esta nueva obra “En Off”. Las palabras de Astrid tienen un genio recóndito, un pasado mágico que solo ella sabe descubrir en esa fuente que es su desplome, y esto es lo que la hace ascender al territorio de la Poesía, a ese plano superior que los lectores percibimos y llamamos magia, temblor…

“Hay que poner fin a este imperio del mal gusto y la banalidad;” (dice mi amigo el poeta chileno Leo Lobos en una conversación que mantuvimos hace poco) “es necesario rescatar el verdadero humanismo que le devuelva la dignidad a nuestra condición existencial para que el ser humano no desaparezca en cualquier esquina de este mundo cada día más pequeño y más hostil a la vida”. Para que Asteriza pueda salir del escondite del insomnio y pueda soñar, y vivir.







NOTAS

1.     MORALES, ANDRÉS,  “Huidobro en España” (tesis doctoral), Ediciones de la universidad Autónoma de Barcelona. Se utiliza un fragmento de la conferencia que Huidobro dio en el Ateneo de Madrid en 1921, pues se entiende que Astrid Fugellie también quiere hacerle un homenaje al poeta, y al mismo tiempo sirve de hilo conductor de este artículo.
2.     RODRIGUEZ PADRÓN, JORGE, “El barco de la luna. Clave femenina de la poesía hispanoamericana”, en la revista “Tinta China”, de Sevilla (España) y en Fundación para la Cultura Urbana, Caracas (Venezuela). Entiéndase que nuestro crítico nacido en Canarias no defiende una literatura llamada feminista, siquiera claramente diferenciada de la literatura escrita por hombres. Sólo aborda el tema desde una perspectiva poética.
3.     ZURITA, RAÚL, Prólogo a “La generación de las palomas”. Véanse ciertas coincidencias de enfoque entre el punto de vista poético de Raúl Zurita y el punto de vista crítico de Jorge Rodríguez Padrón, sobre todo la idea de coloquialismo en la poesía.
4.     FUGELLIE, ASTRID., Ibídem. Feliz coincidencia: “hay calles para el verso” le decía el que escribe a Carlos Edmundo Ory en 1985. Vid. “Esquina Paradise”, Ed. El Vigía, Santa Cruz de Tenerife, 2008.
5.     FUGELLIE, ASTRID, “En Off”, op. cit. No terminaría de citar la tremenda fuerza de las imágenes de nuestra poeta.
6.     DERRIDA, JACQUES, “El temblor” revista “Acta Poética” de la UNAM, 22 de junio de 2010. Hay una nota que reproduzco: “Agradecemos infinitamente a Marguerite Derrida por facilitarnos esa conferencia, publicada póstumamente en 2006, y damos la oportunidad de publicar por primera vez en español este texto que Derrida tembló y pensó en 2004, poco antes de su muerte”.



Antonio Arroyo Silva

“La palabra devagar”. Ediciones Idea. Cap. “Chile en el corazón”. España, 2012.