domingo, 4 de mayo de 2014

La vértiga


Recuerdas haber entrado al hogar, y

antes de encontrar los gestos, topaste

con los enrarecimientos, ¡fatiga!.


Se iniciaba así,  la vacuidad de

los hechos, lo des-hecho, partos que te

enamoraban cuando dabas a luz

el reposo de los hijos, y

ocultabas el ardiente trebejo de

a-botonarlos como azaleas hechas de

agua…


Recuerdas haber salido de aquel hogar

y encontrar al morir como quien

encuentra a un vecino, y lo saluda.


El mal morir ha sido tu enemigo

jamás le perdonas, difícil in-

multarle: se lleva las cosas hermosas…


Así, continúas con tu habitual

registro: entras y sales, sales y

entras de esa morada donde yacen

las risas, cuela el olvido, historia

el fracaso…



No te acuerdas, (con claridad), cual es el orden

ni por cuanto tiempo permaneces

fuera o dentro del recinto.

Sin embargo, es tu ritual, ¡alma-enferma!, tu

eterno lugar:-¡ ay,

desaparece, des-aparecida…!



Astrid Fugellie
(del libro inédito, “La Buhardilla”)

No hay comentarios:

Publicar un comentario