Por las veredas,
las bailarinas
parían un canto que a nada
conduce, salvo
al laberinto.
Las mozas penden, las unas
las otras,
de esa calle rara y carente de embrujos.
Ventea el misterio,
apaga la
calle
y hay manchas andando sus lutas esquinas
por momentos:- ¡voces!
y el magnolia demacra
y los títeres
desangran.
Se percibe el riesgo,
la calle está
en negro, y
un cuerpo
camina la vía desierta,
entre musgo
viejo cadencia
su alma
y a nadie le importa,
salvo
al laberinto.
Todo pende de hilos confusos,
todo, alma y destino:-¡cómo si no
padeciéramos el mismo castigo!
Astrid Fugellie
Del libro Libro del Mal Morir (2015)
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