• Vivirás las costas que dan a la Isla
de los Fuegos.
Soy huesa santa, me parieron aquí,
sin consulta previa.
Me vomitaron y después dijeron:
• ¡Salud!, hasta que te crezcan
gusanos y flores.
Óyeme, mírame desollada:
El primer hueso indigno que llevo puesto
es la cicatriz en el vientre que me trajo.
A la Fiesta Negra, el segundo hueso,
el tercero
y los despreciables que le siguen
se dejaron caer en advénticos discursos:
• Formarás una familia de dos hijos varones, un perro sin edad aparente y un conejo que de improviso morirá destrozado por el hocico necio del canino.
Me movilicé, entonces, arrastrando
el tintinear de mi osamenta,
tajada de campana que llama a misa de gotitas
a animales y muecas.
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