martes, 11 de junio de 2013

La llavera de los fantasmas


Astrid Fugellie es una mujer de pactos secretos, una abarcadora de muchos anchos y misteriosos mundos. Algo que tiene que ver con el fin sureño de su tierra. Con Punta Arenas, con Las Malvinas, Tierra del Fuego, donde Magallanes divisó fogatas encendidas, ya que es una de las regiones más frías del globo.

Los sueños y pesadillas de la autora no excluyen los delirios del Caleuche, la navegación de barcos fantasmas, pues su poesía está familiarizada con fantasmas machos y hembras que de repente adquieren carnadura.

Por el otro lado, también suelen pasearse por su escritura hechicerías de otro hemisferio. Sugieren las brujas de Macbeth, los conjuros de los opuestos comienzos y fines del planeta, murmurando sortilegios escandinavos, actos y palabras de la magia de los más diversos colores, incluso abracadabras.

Existen al parecer palabras mágicas que derogan las leyes de la lógica formal y abren la puerta hermética para que el enigma y lo inexplicable salgan a bailar. Pero ¡ojo! Siempre la vida real será la madre de la vida fantástica. Para ello se necesitan llaves, muchas llaves. Astrid lo dirá en poesía. No es una ladrona, aunque use la llave ganzúa del lenguaje nocturno, de los sueños, del canto.

Habla ese idioma. Se introduce en la mansión onírica. Para ello tiene llaves de entrada, llaves maestras, de dos vueltas, de sol y de sombra; llaves inglesas, magallánicas. Llaves trágicas, amorosas y sabe que la vida está bajo llave y al final también la espera la llave de salida.

Sus libros de poesía son muchos y sus llaves son para todas la puertas. Pero no se engañen. Todo lo suyo es delirio- verdad, cuento vivido, verso autobiográfico. Es dueña del almacén “La Llave”. (Me recuerda el nombre de una ferretería de mi infancia). La metáfora vale. Existe la llave que te abre el acceso a la vida y a la muerte y también la llave al mundo sin respuesta. Astrid tiene una para cada cerrojo. Todo es alegoría. Por ejemplo, la casa representa el cuerpo humano. Las ventanas son los ojos- explica esta educadora de párvulos a sus alumnos, entre los cuales se cuenta otra fantasiosa, mi nieta Valentina.

Asimismo la gran llavera tiene en el tablero la llave del tiempo, incluido el más funesto, el tiempo del desprecio, que hace exclamar al desaforado: - Y que hayan dos muertos por urna. ¡Qué economía tan grande!- Es como para preguntar ¿Dónde está la llave inconfesa, aquella que abre la puerta a la casa de los desaparecidos?

Es cosa de vida o muerte encontrar lo más tarde posible la llave de salida. Hay que retrasar su penetración en la cerradura a aquella Parca que te dirá: - Es hora.

Por ahora es hora de escribir poesía. Y eso es lo que hace Astrid sin pausa. Convoca al aquelarre, a la reunión para la danza de los espíritus visibles e invisibles. Llama a la alegría que esta mujer hermosa ahora despliegue sus artes mágicas en la mágica casa del poeta, que desde Isla Negra congregaba los fantasmas y los antifantasmas de una poesía que siempre nos acompaña.





Volodia Teitelboim

Presentación del libro “Llaves para una maga”, Astrid Fugellie Gezan (Editorial La Trastienda, Santiago, 1999), en la casa de Pablo Neruda. Isla Negra, mayo de 2000.

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