martes, 11 de junio de 2013

Poesía cosmogónica


En su reciente poemario, Dioses del sueño, Astrid Fugellie se instala en un universo que no termina de comenzar, en una cosmogonía que todavía no comienza a terminar, donde el espíritu que flotaba sobre la aguas del Génesis, sigue flotando sobre las aguas, sobre las piedras, sobre los hombres, sobre los dioses, sobre los demonios.

La poesía de Astrid Fugellie es una poesía de frontera que acontece en el límite del ámbito material, psíquico, espiritual habitado. Como tal está hecha de incursiones a lo otro material (lo de los espacios interestelares), lo otro psíquico (lo extraterrestre), lo espiritual (los de Dios, lo del hombre desde Dios y el cosmos). Pero esta es una escritura que no cronifica, sino que crea la historia del más allá material, psíquico, espiritual y sus palabras, sus frases son como meteoros recién desprendidos de una explosión cósmica, transhumana.

Hay una escritura que busca traspasar la barrera del sonido y del sentido, donde espacio, tiempo y acontecer están comenzando o terminando el ser de un modo peculiar, para el cual el modo de nuestra cotidianeidad no es un referente ajustado. Inventar un espacio, tiempo, acontecer es ardua tarea. A esto se aboca Dioses del sueño. Palabra fundante, diría Octavio Paz, palabras cimientos, extraídas del subsuelo léxico que, al salir a la superficie, convocan relaciones insólitas con materiales extraños. Neologismos como emergencia de seres recién empezando a concebirse; arcaísmos como desenterramiento de raíces geológicas. El libro descubre una escritura que opera como la palabra mítica, con una cobertura de tiempo largo y hondo, arqueológico y escatológico a la vez.

Pero además a la convocatoria a materiales léxico específicos está la aventura sintáctica que avanza modos de relación insólitos, afanosos de graficar la manera inusual con que se revela aconteciendo este universo.

Ambos procesos fraguan en la extrañeza que producen los materiales semánticos, donde la imagen permanentemente está violentando el régimen de relación habitual de las realidades convocadas.

Así, el libro ofrece un paisaje lunar, astral, interestelar que resulta extraño, que no nos acoge sino cuando nos abrimos para asumirlo tal como es; esta asunción nos permite avanzar, dejando atrás nuestra perspectiva rutinaria y entrenamos una atención para aprehender las cosas, con una disponibilidad a flor de piel, para ser modelados por este mundo poético, invitante a la vez que exigente.

Precariedad humana

Lectura ésta no fácil pero fascinante, con sorpresas en cada frase, en cada verso, en cada verbo, en cada trozo fonético y ortográfico.

Una escritura poética donde los materiales están sometidos a altas tensiones que se pueden nuclear en una doble polaridad: la antropologización del cosmos y la cosmologización del hombre. En el núcleo de este sistema está la antítesis y el oxímoron como células estructurales expresivas. Así sucede en Fobos y Llagas.

Esta actitud denota una gran audacia, la de la precariedad humana que acude al llamado de la visión poética, se lanza a su conquista sin redes que le resguarden el riesgo. Avance al encuentro de apenas un presentido destino: Los hombres no son el sueño de Dios: Dios es el sueño de los hombres.

En esta línea está la cifra de lo infinito a la búsqueda de su enclave en la experiencia humana: Habitamos algún rincón perdido de una de las cien mil millones de galaxias. En este texto se enfrentan lo infinitesimal afectado por una triple marca limitadora- algún rincón perdido- a lo infinito, cantidad abierta que desplaza todo abordaje de la imaginación- cien mil millones de galaxias-. Tal audacia se proyecta en este otro texto con ímpetu desbordante: ¿Quién te dice que después de balancearnos en el borde de lo finito, saltemos a lo infinito, y luego afuera?

Este ímpetu asume sin titubeos la empresa de decir lo no dicho, de imaginar lo no imaginado: Quien quiera intuir cómo nace la ternura triste, que una las sienes pensativas de los hombres, y se lance a los océanos donde alguien nada como un pez sin espinas.

Este modo poético extremado busca concordar los términos distanciados, los universos entre sí extraños, como cuando lo los sobrenatural subsume su dimensión mítica bajo los módulos expresivos de la cotidianeidad: Así el poema titulado Dios y Satán.

Experiencia de frontera

Una situación que cruza el libro es el proyecto de moldear espacios y aconteceres como nacidos del sueño a los que somete a procesos de alta presión para que magnitudes inmesurables se redimensionen a escala humana y el horizonte humano se distienda a experiencia estelar: En la noche secreta de los hincados, el cuervo que resplandecía como el Fuego, ahuyó como lobo echado a pocos pasos del tímpano. Traspasada la mojada memoria, fijó sus ojos de ladrón en las desérticas sombras desolladas e inició el atisbo.

Oasis hay donde Astrid Fugellie reedita la línea del apólogo de su libro anterior Los círculos. En este caso está el poema Sala de clases.

La limpieza del trazo en lo ineluctable puede admirarse en un poema dedicado al condenado. La misma calidad ostenta otro poema alusivo a la muerte (La muerte).

Para finalizar un ejemplo de esta poética de trabajo con la desnuda revelación de la polisemia infinita de una realidad infinita: Y antes los minutos que restaban de agonía, el moribundo imploró- Deja que me clave a tu cuerpo vivo. Es mi último tiro.

De Los círculos, su primer libro, decíamos que era una escritura desde más allá del límite. Escritura de la experiencia de frontera del lenguaje con que se busca decir  la experiencia de frontera de la realidad. Digamos que la experiencia humana por antonomasia es la que busca decir la poesía. En este caso esta poesía.

Esta poesía de Astrdi Fugellie nos instala en un universo que no termina de comenzar, en una cosmogonía que no comienza aún a terminar, donde el espíritu que flotaba sobre las aguas del Génesis, sigue flotando sobre las aguas, sobre las piedras, sobre los hombres, sobre los dioses, sobre los demonios.

Es cosmogonía pero también teogonía, antropogonía. Es, si afinamos el oído, una agonía que cruza y abre el canal a todo lo existente. Agonía que espera su muerte- vida; en una palabra, conjunción de opuestos, búsqueda de encuentro de lo existente con lo existente, de todo lo existente con su sentido.

Esto no acontece fácil  tampoco se dice fácil.

Dioses del sueño es un avance audaz a decir esto del hombre que es, a la vez, lo del mundo y lo de Dios, en la zona de quiebre del ser y de la nada, de vacío y plenitud, de luz y de sombra, pero no separados sino interferidos, siendo ambos, desgarrado lo uno por lo otro, desgarrado y fecundado, alumbrado. Esta experiencia de caos donde se gesta el cosmos, el misterio mayor, es lo atisbado por esta poesía.

Cuando Astrid Fugellie vuelve a esta itinerancia, vuelve envuelta y trasminada por el polvo celeste de las estrellas.

Fidel Sepúlveda Llanos (1936- 2006)

En suplemento diario La Época, 26 de enero de 1992.

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