Era la noche
era de
espíritu la noche, y
era tu cuerpo
era de
espíritu tu cuerpo
llegando a mi
lecho
sentándose
atormentado
derrumbándose
lo vi.
Supe entonces
que
vagabas alma
en pena
vagabas.
De algún modo
me
sorprendías: -¡existe!,
dije
aquí allí
bajo el agua del
jarrón,
frente al muro de
la pieza, sobre
el anillo
de la luna
no lo sé.
En mi dejaste
una gruta sin
término en el vientre.
Astrid
Fugellie
(del libro
inédito, LAS FLORES DEL
MORIR)
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