La
mujer del antifaz prefiere callar, ciega
tras
mas ceguera confunde, el inicio, las
gardenias.
Un
recuerdo la conduce al silencio del ojo
vigilante,
así intenta volver a los mosaicos
a
los retratos.
Sus
pies tropiezan, y la azotea le acoge, y
las
moscas de la procesión ayudan al
montaje.
En
la escena cavila y nombra, nombra por su
nombre
a la miseria.
La
mujer, aparece y des-aparece, tras el
telón.
El
espectáculo funciona, des-
garra,
oprime.
Ajena,
ciega y loca ríe, y sus lágrimas le
dibujan
ojeras.
La mujer del
antifaz, la mujer de la noche:
la
demente-obcecada,
la
actriz venida a menos,
la
madre.
Astrid
Fugellie
(del libro inédito,
LA MUERTEVIVA JUEGA
CON
NOSOTROS)
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