Mario Osorio
Marques, de Universidad de Ijuí, ha planteado como uno de los temas más
relevantes para le reflexión pedagógica en la actualidad el del conocimiento y
la modernidad como procesos de reconstrucción. Él afirma que la reconstrucción
de la educación, exigida por los tiempos de cambio, es el mayor desafío que se
impone a los colectivos de educadores profesionales empeñados en la educación
de jóvenes y adultos en el continente. En su análisis distingue cuatro enfoques
de la educación cuya estructuración es muy seductora para los propósitos que
nos hemos venido planteando en este trabajo (1).
En primer
lugar, planeta la educación como reconstrucción de la modernidad. En este
sentido, lo más importante es la preocupación por los resultados de aprendizaje
efectivos, la demostración de competencias teóricas y prácticas y de valores
consensualmente asumidos por la ciudadanía, la creación de condiciones de
equidad y la promoción de actitudes éticas que permitan que todos/as puedan
convivir en democracia, con trabajos dignos, con dominio de los conocimientos y
las habilidades que exigen los trabajos modernos, con plena participación de la
discusión de las cuestiones públicas que a todos afectan.
Esta visión
implica una nueva manera de considerar los conocimientos otorgados por la
escuela, en vista de una reconstrucción efectiva de ellos y no de una simple
reproducción. Se trataría de desarrollar un proceso en que sería inseparables
las capacidades cognitivas o técnicas, de las actitudes y valores frente a la
vida y la sociedad; las competencias de uso del lenguaje como activa inserción
en las comunidades discursivas de argumentación concretamente situadas y, como
acción consciente y responsable. Este enfoque requeriría una hermenéutica de
las tradiciones de la educación, a fin de identificar las posibilidades de una
liberación de sus cargas negativas y conservadoras.
Un segundo
enfoque es el de la educación como paradigma ontológico del saber, en el cual
educar es insertar al educando en el orden del mundo. Desde esta perspectiva,
la educación se realiza en las familias, pero también en la vida pública; se
valoriza la formación teórica del hombre intelectual por sobre el aprendizaje
de técnicas u oficios; se opone la educación para la política a la enseñanza de
las artes propias de los trabajadores. La escuela es un lugar separado y un
tiempo específico para una educación intencional y sistemática. La enseñanza
consiste en transmitir verdades aprendidas como inmutables y el aprendizaje es
una asimilación pasiva de las enseñanzas impartidas. Enseñar es repetir;
aprender es memorizar.
Al tercer
enfoque, Osorio Marques lo denomina educación moderna. Es la educación operada
por el iluminismo de la Ilustración, según un paradigma mentalista de la
conciencia individual. La educación es intencional en función de la preparación
de los hombres para la vida y especialmente para ser productivos. No se trata
de formar para realizar trabajos específicos, sino para crear las condiciones
psicológicas requeridas por estas tareas; se trata de formar al trabajador al
margen del contexto de las relaciones sociales que se dan en la producción y en
el trabajo.
El currículum
escolar se configura como una yuxtaposición de disciplinas autosuficientes que
reducen los conocimientos científicos a fragmentos desarticulados y
compartimentados cerrados en sí mismos e incomunicados con las demás regiones
del saber. La enseñanza se reduce a un didactismo de los contenidos y predomina
un “magistrocentrismo”. A lo más, se plantea la búsqueda de una educación
activa donde el educador, usando la expresión de Lewin, es un agente decisivo
en la planificación del “deshielo”. Se organiza la enseñanza- aprendizaje en
forma de programación sistemática y detallada, orientada por objetivos precisos
y cuantificables, con metas escalonadas y patrones de desempeño verificables.
El método se reduce a procedimientos tácticos en el aula y predominan las
llamadas evaluaciones objetivas.
El cuarto
enfoque es la educación de la neomodernidad o nuevo paradigma. En esta
perspectiva, la educación asume un papel activo en el aprendizaje colectivo e
individual y potencia el desarrollo cognitivo, práctico- moral y expresivo-
estético, para asegurar el dominio de diversas situaciones en la vida social y
enfrentar la tradición cultural en el espacio social de convivencia, respetando
las identidades personales.
La educación
es una proyección del horizonte cultural, relacional y expresivo, en la
dinámica de las experiencias vividas y en la totalidad del aprendizaje humano.
Personas y colectivos diversos se confrontan en un diálogo de aprendizaje, en
el que cada uno, a su modo, amplía sus
posibilidades humanas.
La escuela se
determina por sus aspectos creadores propios, por su actuación pública y
solidaria, de servicio a la comunidad humana donde se desenvuelve, más que por
su estructura institucional. Toda la dinámica de la acción escolar se deriva de
un proyecto político- pedagógico que la anima, impulsa, organiza y conduce. Las
perspectivas pedagógicas se validan no sólo por su contenido intrínseco, sino
también por la forma consensual de un proceso de elucidación discursiva a base
de los mejores argumentos, lo más próximo posible a las condiciones ideales.
El
aprendizaje es una construcción colectiva asumida por grupos específicos en la
dinámica más amplia de la sociedad, la que a su vez se construye a partir de
aprendizajes individuales y grupales. Las fases de aprendizaje individual descritas
por la psico y socio génesis de Piaget y Vygotsky y por la teoría del
desarrollo moral de Kohlberg, se correlacionan a partir de la determinación,
por parte de la sociedad amplia, de las etapas del aprendizaje.
No existe la
reproducción mecánica de contenidos, ni se trata de llegar sólo a soluciones de
cuestiones problemáticas, sino que se exige se integre un proceso vivo y
original de construcción de conceptos; construcción siempre ligada a las
experiencias de los que participan en el proceso educativo. No existe un método
único y definitivo; los métodos se crean en función de las situaciones
cambiantes y los momentos diversos en que ocurren los aprendizajes. Los
aprendizajes significativos no son organizados en función de ser verificados en
ejercicios mecánicos o en exámenes padronizados, sino que se orientan hacia
nuevas competencias comunicacionales en los campos de la cultura, la vida
social y la expresión libre. Por lo mismo, la evaluación debe ser puesta en la
lógica de la sistematización de experiencias educativas (2), en cuanto
construcción de una dinámica integradora en que los contenidos curriculares se
relacionan y organizan en forma continuada, articulándose en otras estructuras
más complejas y mejor orientadas a las interpretaciones de los cambios en curso
y de las nuevas relaciones percibidas.
Jorge Osorio, secretario general de CEAAL
NOTAS
(1) Osorio
Marques, Mario. Conhecimento e
modernidades em reconstrucao, Editora UNIJUI, Ijuí, 1993, p. 103 y ss.
(2) El
concepto de sistematización de experiencias educativas ha sido desarrollado en
la educación popular y de adultos. Al respecto véase: Barnechea, María M.,
Morgan, María de la Luz y González, Estela “La sistematización como producción
de conocimientos”, en Revista La Piragua
Nº 9, 2º Semestre 1994, CEAAL, Santiago. Palma, Diego, La sistematización como estrategia de conocimiento en la educación
popular, Serie Papeles del CEAAL Nº 3, Santiago, 1992. Jara, Óscar, Para sistematizar experiencias, Alforja,
San José, 1995.
En “La construcción de las políticas educativas en América
Latina: Educación para la democracia y modernidad crítica en Bolivia, Chile,
México y Perú”, Verónica Edwards Risopatrón; Jorge Osorio Vargas, comps. CEAAL
y Tarea. Lima, 1995.
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