jueves, 1 de octubre de 2015

Comentario a “Libro del mal morir”, por Carmen Berenguer

Por Carmen Berenguer

Editorial La Trastienda, Editorial Asterión. Poesía.
Autora: Astrid Fugellie


Nuestra poeta ha publicado ya varios libros de poesía, entre los que destacan todos, pues en un una poeta ya y que este y aquel tiempo nos da el espacio en el que podemos titubear cuando joven y a medida del tiempo esta artesanía de la palabra se va haciendo y en cada libro de Astrid se nota.

Porque si bien es cierto que hubo un suspenso público, en la intimidad no lo hubo y eso se ve en el refinamiento de los trazos como si dibujase las palabras. Y en este prolijo libro de la autora se observa en cada verso y en cada prosa, verso hecho prosa y prosa hecha rosa, como en un jardín donde se vislumbran los amores y en un libro donde se pierden. Eso es este libro:

Despertar de un sueño, no de gran sueño con que las mujeres en la cultura patriarcal despertamos y lo llamamos finalmente, mal sueño.

Y el comienzo es con un epígrafe que nos dirá y nos sorprenderá como una de las razones del relato de este: Mal morir.
“Y luego un día, no habrá nada que escribir, nada que leer, sólo existirá lo intraducible de la vida de ese muerto…”

Marguerite Duras. En la pág, 09,

Arte Poética, su razón de existencia literaria y esa intersubjetividad que es el recordar y la pregunta es cómo es el recordar el asomo de una imagen que se asoma por otras vías otros puentes, una fragancia, una imagen, un objeto?

“El canto de una infancia retenida/ en los sótanos y esa historia/ de los Círculos violentos, geometría/ de palabras deletreando misterio/ en jornadas de reglones y silencios.

La imagino escribiendo esos renglones y esos silencios, como hemos sabido,  como lo hacía Gabriela Mistral, en sus rodillas y como generaciones de mujeres han escrito estos renglones en aflicción, en premura; atávicos retos que nos inflige el oficio.  Este escribir su tiempo.

Esta mala prosa de la vida, reforzada de poemas, podría concebirla como la novela de la poesía de la vida, para no desangrarse.

Astrid Fugellie, lo narra y lo interrumpe con versos o se hace posible de ser conversa en ese diálogo ininterrumpido que lo sustrae el verso, podríamos decir que ambos se solidifican en una narración.

Eso es este libro prolijamente sostenido en siete partes.

Los designios, la primera parte, la infancia en verso: la niña, la niña chiquita con la camisa sangrando/ sangre, sangre como la sangre…

La noche sola y sin memoria págs., 38, 39.  La casa.

¡Este libro de verbo sinnúmero e ilustraciones que iluminan esos sustantivos y que viene en esa cueca niña!
Qué rendijas se vislumbraron debajo de los cobertizos de las ventanas y de las múltiples formas de los versos y cuartetas; resumen un tiempo que escogió el espacio para una auto reflexión que expresa en el prolongado ejercicio literario de Astid Fugellie. Con el fin de entregarnos un soberano producto literario, realizado en un lenguaje en espiral de ramadizo por el que la enredadera la hará subir al techo de este libro y se esparcirá por el viento de los vientos.


Pareciera que estoy de vaticinadora, y sí, es la revelación de una autora que cada libro la eleva por su tenaz movimiento en espiral en el que seguirá soñando. Porque como nos previene Benjamin, de quien esta reflexión es para los jóvenes y pienso que es para las mujeres: “Debido a qué preludio nos privamos al fin de nuestros sueños? Pues con mano ligera los dejamos de lado, ahí, sobre la almohada, los dejamos detrás mientras algunos revoletean aún en el silencio en torno a nuestra cabeza levantada. ¿Cómo nos atrevemos los despiertos a llevar los sueños a la luz? ¡Oh!, a la luz! Todos nosotros llevamos en efecto alrededor los sueños invisibles”.

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